Editorial
Tribuna Libre
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Marcos Martínez
Desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer nos hemos preguntado por la existencia de Dios. Buscamos una respuesta que nos haga saber el porqué de nuestra existencia y sobre todo si obtendremos una segunda oportunidad una vez que abandonemos este mundo. Los hay que creen a pie juntillas los designios de su religión, sin que aparezca titubeo alguno en su fe. En el lado opuesto tenemos a los que reniegan de la existencia de cualquier divinidad o ser superior. La mayoría de los unos y los otros tienen en común que jamás han leído nada de aquello que defienden. Pero eso es otro tema.
Hablaba con un jovenzuelo, que había escapado en su momento de ser “logsetomizado” que diría Eslava Galán, sobre la existencia o no de alguna divinidad a la que rendiríamos cuentas una vez que estemos fiambre. El muchacho comentaba que dada nuestra cultura, lo más normal era creer en algún Dios, y concretamente en nuestro caso, en el verdadero, en el de la fe cristiana. Sin embargo, añadía que el tema se complicaba notablemente viendo el panorama actual. Ponía como ejemplo que a poco que viéramos la imagen del político italiano Salvini descamisado, besando el crucifijo que suele llevar colgado al cuello y negando el auxilio a los náufragos, sin recibir castigo en forma de rayo o de sarpullido purulento por utilizar el nombre de Dios en vano, era una prueba evidente de la inexistencia del Altísimo.
Ratificaba su reflexión acogiéndose a que el caso anterior no es tema aislado, sino que más bien está empezando a ser norma en el mundo actual: Trump, Bolsonaro y ahora también en nuestra querida España, tierra del Sagrado Corazón (todo sea dicho de paso). Decía el mozuelo que sólo había que ver los gritos que emitían los de la extrema derecha en la celebración de las recientes elecciones: ¡A por ellos! Siendo esta expresión fácilmente interpretable como dirigida a emigrantes, homosexuales, comunistas y en definitiva a todo el que piense distinto a ellos. Se empieza por dar mítines en las puertas de los centros de menores extranjeros y quién sabe si se acaba construyendo barracones en un campo de concentración -me comentó. Además, ¿Sabrá esta gente que tanto agita el odio al emigrante, que uno de los principales líderes de su formación se apellida Smith? O lo que es más importante para sus almas, deberían leer un poco, por ejemplo el Salmo 40, el que dice: Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
Sit tibi terra levis.
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